Desde aquél lejano Viernes Santo por la tarde en que salieron a tocar el tambor las mujeres, con el capuz bajo, porque un bando había prohibido a los “hombres” el toque del tambor, la incorporación de la mujer en la Semana Santa de Tobarra ha sido paulatina, y en general lejana a la polémica.
No podemos olvidar que hubo un tiempo en que las mujeres no podían ni siquiera salir en la procesión, salvo bajo la figura de “manolas”. Hoy en día las cosas han cambiado y el camino recorrido, las más de las veces gracias al empeño de unas cuantas pioneras, nos ha permitido llegar a una Semana Santa más justa e igualitaria.
Poco a poco las mujeres se han abierto camino, con el tambor, y bajo los palos, al principio junto a sus compañeros, a veces bajo una actitud paternalista: “nena métete aquí, aunque no llegues”, descubriendo enseguida (¡oh, sorpresa!), que lo que de verdad querían las mujeres es llegar al palo, demostrarse a sí mismas, más que demostrar a los demás, de lo que son capaces y participar de esa misma sensación de comunidad y hermandad bajo los palos de la que han disfrutado los hombres durante muchos años.
De la incorporación de la mujer a la Semana Santa hemos aprendido muchas y buenas lecciones. Probablemente, la más curiosa y desapercibida de todas, es que parte de la culpa del cambio de mentalidad de negativa a positiva, de estar en contra a estar a favor, la tiene la necesidad urgente de agarráores que hemos sentido en la Semana Santa y es que a veces hemos tenido que verle las orejas al lobo antes de aceptar que la presencia de las mujeres en nuestra Semana Santa bajo el papel de Agarráoras es, no sólo buena, sino imprescindible.
En Tobarra hemos pasado de la mujer como madre de nazarenos y agarráores, pasando por la mujer como nazarena y tamborilera, a la mujer agarráora, que da lecciones (sin proponérselo, porque nunca se han propuesto dar lecciones) de agarrar, de ensayar si era necesario para hacerlo cada vez mejor, de buscar nuevos modos de organizarse, de darlo todo cada Domingo de Resurrección del Calvario a la Plaza.
Aún no somos conscientes de lo mucho que debemos a todas las pioneras, algún día lo seremos, entretanto sólo podemos dar las gracias a todas las mujeres de Tobarra. Su amor y entrega total por la Semana Santa nos asegura un futuro lleno de esperanzas.
Por cierto, en la tierra con la mejor artesanía del tambor del mundo, nos faltan todavía mujeres artesanas del tambor, sin duda alguna las habrá en cuanto se lo propongan.
Aún no somos conscientes de lo mucho que debemos a todas las pioneras, algún día lo seremos, entretanto sólo podemos dar las gracias a todas las mujeres de Tobarra. Su amor y entrega total por la Semana Santa nos asegura un futuro lleno de esperanzas.
Por cierto, en la tierra con la mejor artesanía del tambor del mundo, nos faltan todavía mujeres artesanas del tambor, sin duda alguna las habrá en cuanto se lo propongan.
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