Uno de los argumentos que se suele aducir cuando tratamos de proyectar nuestra imagen fuera de Tobarra es que tenemos muchos problemas dentro que hay que solucionar antes de "vendernos" fuera de nuestras fronteras.
Este argumento es cierto, en parte. En primer lugar, necesitamos cierta distancia para ver cómo es nuestra Semana Santa en relación con las demás y comprobar hasta qué punto los problemas de Tobarra no son también los problemas de otras muchas Semanas Santas, a veces mucho más afamadas o "tituladas" que la nuestra.
Por otra parte, aunque sí hay cierta cultura popular acerca de la problemática que nos envuelve, no hay consenso en cuáles son esos problemas y mucho menos en cuáles son las soluciones.
Nos gustaría abrir un debate sereno al respecto, y que se plantearan aquí, por un lado objetivos y metas sobre los que trabajar, y por otro, soluciones a aplicar para lograr esos objetivos. Invitamos a todo el mundo a utilizar tanto el foro de la asociación, como, preferentemente, los comentarios que se pueden añadir al final de cada publicación del foro.
Para abrir el debate, esta semana hablaremos de la falta de agarráores en nuestra Semana Santa, un problema que lleva años en boca de todos, especialmente tras aquella noche de Viernes Santo en que la Santa Cruz no pudo salir o aquella mañana en que a San Juan estuvo a punto de ocurrirle lo mismo.
En primer lugar, debemos situar el debate en el contexto histórico y geográfico adecuado. Por un lado, este problema no es exclusivo de la Semana Santa de Tobarra. Todas las grandes semanas santas han visto crecer el número de tronos que desfilan y el número de hermanos necesarios por trono, de forma que en todas partes hoy se necesitan entre el doble o el triple de agarráores para poner en marcha una Semana Santa que hace veinte años, lo dicho, tanto en Tobarra, como fuera de Tobarra.
La diferencia es, por un lado la población, más limitada en nuestro caso que en las grandes capitales de provincia, y el hecho incuestionable, pero siempre exagerado, de que tenemos que compartir tiempo, espacio y gente con el tambor.
Conocemos muy poco de los problemas que existen fuera de Tobarra para sacar las procesiones. En parte porque nos hemos dedicado demasiado tiempo a mirarnos a nuestro propio ombligo. Saber cómo están los demás nos ayuda a situar correctamente el problema.
Y efectivamente, el problema no es exclusivo de Tobarra, ni mucho menos. Aparece en Semanas Santas de grandes capitales y de pueblos pequeños, de lugares en los que se toca y en lugares en los que no se toca el tambor, luego el tambor no es la causa.
Tampoco es la causa un descenso en el número de personas que quieren agarrar. Hace treinta años, el Tobarra ningún trono desfilaba con más de dieciséis personas, hoy ninguno baja de veinticuatro. Hemos incrementado el peso de los tronos en términos generales, a pesar de que los agarráores cada vez tienen menos fuerza por el cambio en el estilo de vida.
Ahora se están invirtiendo los términos, los nuevos tronos buscan más la calidad que el peso y la cada vez mayor incorporación de la mujer ha salvado a más de un paso de un mal trance. Ignoramos si será suficiente para luchar contra el mayor de nuestros enemigos: el envejecimiento de la población, si hoy nacen la mitad de niños que hace treinta años, dentro de treinta años habrá la mitad de agarráores y eso es matemática pura, al menos si pretendemos contar sólo con gente de Tobarra.
Decimos esto porque el fenómeno del cofrade forastero no es extraño en Semanas Santas de alto renombre y lo quieran o no, también a ellas estos turistas del agarráo que van cada año a vivir una Semana Santa que en principio no es la suya, también les han sacado de apuros. Por cierto, esta figura no es extraña en nuestra Semana Santa, personas que sin tener más lazos con Tobarra que algún amigo o familiar muy lejano, se empeñan en vivir como uno más las hay en todas o la mayoría de las hermandades.
Evidentemente nuestro "caladero" debe seguir estando aquí, somos de Tobarra y nos enorgullecemos de serlo, por eso somos semanasanteros, pero no debemos desdeñar ni dejar de lado esta posibilidad.
Abrir la Semana Santa de Tobarra al mundo tiene indudables ventajas, una de ellas es ésta, pero claro, si nos empeñamos en no salir fuera de Tobarra a ofrecer una Semana Santa como la nuestra, que ha sido y debe seguir siendo motivo de admiración, terminaremos por harcer la pescadilla que se muerde la cola: "¿para qué vamos a salir fuera de Tobarra si tenemos problemas como la falta de gente para agarrar?" pero es que ¿cómo vamos a encontrar más enamorados de nuestra Semana Santa si no salimos fuera?
Se ha dicho muchas veces que a los agarráores hay que cuidarlos. Es cierto, pero no como se ha hecho en alguna ocasión, dandoles ideas que nada tienen que ver con las procesiones. El agarráor lo que quiere es hacer procesión, llevar su trono con dignidad, no se van a quedar en la hermandad porque les alentemos a salirse de la procesión, haciéndolo se ha cometido el error de dar un mensaje equivocado: "lo de menos es la procesión, no te preocupes por tu trono, ni por tus compañeros ya se las apañarán..." Eso no es lo que quieren los agarráores, lo que quieren es cumplir con su mandato, fieles a la tradición, de llevar trono e imágenes por donde los llevaron sus antepasados.
Se ha dicho también que la gente jóven no quiere agarrar. Tampoco es cierto, hay de todo, tanto en gente joven como en gente de más edad, lo que sí es cierto es que cada vez hay menos jóvenes, en la procesión y en el tambor, en Tobarra y fuera de Tobarra, porque cada vez nace menos gente.
Un último apunte, para los profetas de la catástrofe. Comparen las procesiones de hoy con las de hace treinta años, o los tronos vacíos Viernes Santo por la mañana a la salida de la procesión hace no tantos años y cómo ese fenómeno es cada vez menos frecuente.
No estamos tan mal como quieren hacernos creer, pero no nos durmamos en los laureles, si no, podremos estarlo algún día.
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